viernes, 5 de noviembre de 2010

Anecdotas reales sobre sexoservidoras

La historia de Adriana

Adriana nació en Crato, Brasil, cuando su madre tenía apenas 14 años. El embarazo de su madre avergonzó mucho a su familia, que la envió a una casa especial para prostitutas y sus hijos. Cuando Adriana nació, su madre no pudo encontrar trabajo, por lo que decidió quedarse en esa casa y dedicarse a la prostitución.
Adriana fue enviada a vivir con sus abuelos y dos de sus tíos. Cuando tenía siete años, su madre se casó con un hombre que pudo, por primera vez, darles algo de estabilidad económica y felicidad. Pero a los dos años su padrastro murió y su madre no tuvo otra alterativa que volver a la prostitución. Y Adriana regresó a vivir con sus abuelos, esta vez con su pequeño hermanastro.

Huyendo del abuso

Cuando Adriana llegó a casa de sus abuelos, sus dos tíos abusaron sexualmente de ella. Entonces, se escapó con su hermanastro y llegaron a la casa de una amiga suya en Fortaleza, uno de los principales centros turísticos de la costa nororiental del Brasil. Allá pocos jóvenes tienen acceso a la educación y al trabajo, por lo que muchos ven en la prostitución su única posibilidad.
Cuando Adriana tenía 13 años, la familia de su amiga, que estaba involucrada en el negocio de la prostitución, la introdujo en ese mundo. Sin embargo, al poco tiempo su vida dio un gran vuelco cuando se enamoró de un muchacho de la calle y quedó embarazada. Sus amigos le aconsejaron contactar a la Sociedad de la Redención, una organización católica no gubernamental que ayuda a las niñas embarazadas que están en situación de riesgo.
"¡Dios me bendijo con ese bebé!", dice Adriana. "Si no lo hubiera tenido, no habría conocido a las Hermanas de la Sociedad de la Redención". Adriana fue admitida en el albergue de la organización, donde le brindaron servicios médicos, asesoría psicológica, educación y capacitación para trabajar. Al poco tiempo se graduó como instructora de cocina.
Actualmente, Adriana vive con su esposo, sus dos hijas, su madre y su hermanastro. Continúa dando clases de cocina, algo que la llena de orgullo pues sabe que está ayudando a que otros jóvenes tengan la posibilidad que ella misma tuvo: abandonar la vida en las calles. 

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